Francisco del Río Alonso adquiere en 1910 un despacho de pan, ya en funcionamiento en el mismo local de la calle del Prado desde 1891, y lo convierte en la panadería que lleva desde entonces su apellido. En una foto antigua que exhiben hoy en día, el orgulloso propietario original y uno de sus empleados, con sus batas blancas reglamentarias, posan delante de la fachada de madera que se ha perdido con los años.

El mármol del mostrador desde el que se atendía al público, sin embargo, continúa cumpliendo su función en la tienda. En los primeros tiempos llegaba el pan en carros desde la tahona y el personal de la panadería “hacía carreras”, como se decía entonces, con el pan en cestas para venderlo por la zona. Aunque la actividad principal era la venta de pan y bollos, también les estaba permitido vender otros productos como vinagres y vinos. Al fallecimiento del titular de la panadería, Francisco del Río, continúa con el negocio su viuda, Victoria del Amo, y de ella pasa a su hijo a mediados del siglo pasado.

Cuando éste se jubila, se hace cargo del establecimiento su hijo y nieto del fundador de la panadería, Miguel Ángel del Río, que ha ampliado la actividad del negocio incluyendo una gran diversidad de productos en sus estanterías, pero sin olvidarse de continuar con la tradición familiar que los convierte en un comercio especial: despachar pan artesano de alta calidad fabricado en tahona.