Aunque parece ser que la familia del fundador ya llevaba años dedicándose a la venta de tabaco, su dueño original, Eusebio de Lecanda, lo abrió como “espenduría” de tabacos en 1892, como concesionario legal del recientemente creado monopolio estatal de este tipo de productos. Durante los años siguientes, dedicó el local, además de al comercio de artículos relacionados con el tabaco, a la venta de cristal, loza, y hasta llegó a ofrecer servicios de limpieza de calzado, para lo que obtuvo licencia en 1925. De configuración muy distinta a la de los modernos estancos de hoy en día, no solo por su portada de madera y su interior clásico, sino porque el estanco dispone de una cueva en el piso inferior, acondicionada para la perfecta conservación de cigarros puros y otros tabacos a una temperatura inferior en varios grados a la de la superficie. Es una de las muchas cuevas y pasadizos que existían en el pasado en el subsuelo de la Plaza del Ángel, y que han ido desapareciendo con las sucesivas remodelaciones urbanas. A través de los años, este establecimiento ha sido regentado por distintas generaciones de la misma familia: el dueño anterior del negocio, Alberto Samper de Lecanda, era el nieto del fundador. En la actualidad, su hijo Alberto Samper Paredes se ha hecho cargo de esta casi legendaria Expendeduría número 99.