Originalmente la tienda despachaba tela por metros y ropa de hogar, mantas y mantelerías. Después la ropa de hogar se sustituyó por ropa de mujer y de hombre, sobre todo de caballero (camisas, pantalones, camisetas, pijamas, etc.) y, como especialidad, ropa de trabajo. Durante la guerra y la posguerra era normal que los clientes venidos de los pueblos adquirieran el género a cambio de animales, sobre todo corderos y cabritos; una vendedora de pavos vivos, que solía instalarse en la plaza de Puerta Cerrada y en la plaza de Santa Cruz con su rebaño, compró algunas telas a cambio de un pavo, que vivió con los Zorrilla durante meses. En los años cuarenta lo normal era vender «a fiao»; la tienda disponía de un libro en el que se apuntaban los nombres, fechas e importes de los clientes a los que se fiaba. Hoy en día, Confecciones J. Zorrilla mantiene el mismo espíritu de las últimas décadas: sobre el mostrador original de madera que aún conserva la tienda, la cuarta generación de la familia Zorrilla sigue despachando moda de caballero y ropa de trabajo que les ha hecho conocidos en este rincón más que centenario del centro de Madrid.